Hemos intentado descifrar si todos los humanos ven los colores de la misma manera. TodavĂa no tenemos respuesta
La vista es un sentido que fascina a muchos y la fuente de una pregunta que todos o casi todos nos hemos hecho alguna vez, la de si los colores que percibimos son iguales a los colores que perciben los demĂĄs. La ciencia (aĂșn) no ha dado con la respuesta, *pero sĂ sabemos que existen variaciones en la percepciĂłn de los colores* que sĂ podemos cuantificar.
Para entender estas variaciones conviene tener una idea general de cómo percibimos los colores. La clave estå en unas células, llamadas conos y bastones. Estas son las células fotorreceptoras que forman parte de nuestra retina, la cual compone la convergencia entre nuestro ojo y el sistema nervioso central.
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Estas cĂ©lulas fotorreceptoras reciben la luz y transforman Ă©sta en impulsos que el sistema nervioso central pueda transmitir hasta alcanzar el cerebro, el Ăłrgano que en Ășltima instancia interpreta estas señales.
Hay *tres tipos de conos, S, M y L* (*short, medium, long*) segĂșn la parte del espectro de luz que estĂ©n optimizados para ver. Esto es, el cono S es el que percibe mejor el espectro corto (azules, violetas) mientras que el L percibe las longitudes largas (naranjas, rojos).
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La genĂ©tica de las personas puede afectar a los rangos de luz que cada uno de estos conos pueden percibir con mayor o menor facilidad, pero tambiĂ©n puede afectar a su sensibilidad general. AsĂ, algunas personas no cuentan con alguno de los conos, lo que los convierte en menos sensibles ante cierto rango de colores. En estos casos hablamos de dicromatismo.
La variaciĂłn en la “especializaciĂłn” de cada uno de estos conos puede implicar que dos de ellos (generalmente M y L) puedan solaparse. En este otro caso hablamos de tricromatismo anĂłmalo, puesto que *los tres conos funcionan pero de manera no-convencional*.Una gran variedad
“Hay muchas, muchas combinaciones” explicaba la neurocientĂfica Jenny Bosten en una entrevista para *Knowable Magazine*. La clave estĂĄ en las molĂ©culas que reciben la luz en estas cĂ©lulas, las opsinas. Se trata de proteĂnas codificadas por una regiĂłn en el ADN que permite la existencia de numerosas variaciones. Estas variaciones pueden implicar cambios en la proteĂna en sĂ, y con ello en cĂłmo nuestros conos captan la luz.
Si hay personas con dos conos en lugar de tres, también es posible encontrarse con personas con cuatro. En este caso la condición necesaria es contar con dos cromosomas X y recibe el nombre de tetracromatismo. *Se calcula que un 50% de las mujeres cuentan con cuatro conos*. Sin embargo estos funcionan de manera solapada, lo que no genere una especial ventaja en la visión.
Las posibilidades son tantas que existen personas que llegan a percibir los colores de manera diferente en cada uno de sus ojos.
Pero los conos no estĂĄn solos en nuestra retina. El ojo humano cuenta tambiĂ©n con los bastones. Los conos cumplen su funciĂłn mejor en circunstancias en las que la luz es abundante. Los bastones en cambio son mĂĄs eficientes cuando la luz escasea. *Los bastones tienen su propio “punto dulce” del espectro visual* en el que estĂĄn especializados. Ăste se sitĂșa entre el punto propio del S y el del M. Corresponde aproximadamente con tonos del azul claro o cian. Es decir, percibimos de distinta forma los colores segĂșn la intensidad de la luz que tengamos que interpretar. En Magnet Vivimos en un mundo mĂĄs gris, literalmente: los estudios confirman que hemos ido perdiendo el color
Es decir, una misma persona puede percibir los colores de forma distinta en distintos momentos. Lo mismo puede ocurrir incluso a lo largo de nuestra edad. AquĂ el responsable no es ni la retina ni el cerebro sino la mĂĄcula.
Las condiciones externas afectan a nuestra percepción de los colores de diferentes formas. Aquà la clave estå en la parte cerebral de la interpretación del color. Y un ejemplo de esto son las ilusiones ópticas con las que nos fuimos familiarizando hace unos años cuando un vestido se volvió viral por sus colores.
En aquella ocasiĂłn, las pantallas jugaron un papel importante, pero no fue todo cuestiĂłn de ajustes digitales de color. Tanto los dispositivos digitales como *nuestros cerebros ajustan el balance de los colores*. Este proceso de ajuste estĂĄ totalmente automatizado en el caso de nuestro cerebro. Ni siquiera somos conscientes de Ă©l.
Regresando a los ojos, los expertos han encontrado otros factores que pueden afectar a nuestra percepciĂłn del color. El cristalino, por ejemplo, cambia con la edad, opacĂĄndose a la luz azul. La mĂĄcula tambiĂ©n puede entorpecer los tonos mĂĄs frĂos, por lo que su densidad estĂĄ relacionada con la cantidad de luz de ciertos tonos que llega a nuestra retina. Incluso el color de nuestros ojos puede afectar a cĂłmo la luz y el color llegan a nuestra retina.
La cultura es importante a la hora de entender cĂłmo percibimos los colores, no a nivel neurolĂłgico pero sĂ *con respecto a nuestra comprensiĂłn de ellos*. El ser humano tiene cierta tendencia a categorizar lo que ve a su alrededor, y los colores no son una excepciĂłn.
Pero los colores son tan solo fracciones infinitesimales dentro de un espectro, el visible. Dicho simplemente, no hay una manera “correcta” de categorizarlos, y cada cultura puede hacerlo de diferentes maneras de hacer esta clasificaciĂłn, es mĂĄs, Ă©sta puede variar en el tiempo.
Un ejemplo de esto es cuando hablamos de los pelirrojos. Las personas pelirrojas pueden presentar multitud de tonalidades en su vello, pero ninguna entrarĂa en la categorĂa “rojo” hoy en dĂa. Sin embargo no siempre fue asĂ.
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