La IA no solo está consumiendo muchísima energía, también está generando una gran cantidad de residuos electrónicos
Estamos presenciando en directo cómo algunas de las compañías más grandes del planeta invierten miles de millones de dólares en inteligencia artificial (IA). Se trata de una disciplina cuyos avances prometen integrarse en todo tipo de sectores: desde el transporte hasta la educación y la medicina. Y claro, las oportunidades de negocio son enormes.
Pero para mantenerse a la vanguardia se está asumiendo un coste que trasciende lo económico. Los centros de datos sobre los que se entrenan y ejecutan los modelos de lenguaje de IA consumen grandes cantidades de energía y, dependiendo de su sistema de refrigeración, necesitan mucha agua. Además, generan bastantes residuos electrónicos.
Los datos del Monitor Mundial de Residuos Electrónicos de las Naciones Unidas señalan cómo la cantidad de residuos electrónicos están aumentando cinco veces más rápido que las tareas de reciclaje registradas. En 2019 se generaron alrededor de 53,6 millones de toneladas mientras que para 2022 la cifra había crecido hasta los 62 millones de toneladas.
Podemos ver este escenario desde varias perspectivas, pero podemos enfocarnos en la que mencionábamos al principio del artículo: la inversión. El gasto en IA se multiplicó ocho entre 2022 y 2023, superando los 25.000 millones de dólares. Mucho de este dinero se ha destinado, precisamente, a construir y equipar centros de datos de IA.
Un punto clave de este tipo de infraestructura es que el recambio de los componentes no solo está limitado por su vida útil, sino por su rendimiento. Muchas compañías están interesadas en incorporar las últimas GPU de NVIDIA y otros fabricantes para que sus centros de datos tengan mayor capacidad de cálculo, incluso cuando las anteriores todavía funcionan.
El hecho de sustituir componentes de manera anticipada no es algo nuevo en el mundo empresarial. Desde hace tiempo que muchas veces en la industria se prefiere destruir discos duros todavía funcionales antes que reciclarlos por temor a que ciertos datos privados puedan caer en manos equivocadas, aunque hay iniciativas que buscan evitar estas prácticas.
La propuesta de los investigadores tiene que ver con reutilizar los componentes que son sustituidos. Entienden que no serán aptos para las tareas más exigentes, pero los imaginan impulsando centros de datos que soporten tareas menos pesadas, como alojamiento de sitios web y copias de seguridad. También proponen donarlos a centros educativos.
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